LA IMPORTANCIA DE LOS ALEJADOS
No hace demasiado tiempo tuve la oportunidad de escuchar el término de suprasuperioridad en el mundo del fútbol, refiriéndose éste a la importancia que ha cobrado en los tiempos modernos que un equipo sean “11”.
Esto que puede parecer algo muy simple, se convierte en algo fundamental cuando lo que queremos expresar es que los 11 jugadores que están en el campo no sólo lo deben hacer de forma presencial, sino que todos deben tener una participación activa en el juego. Dicha participación activa debe plasmarse tanto en la fase ofensiva como en la fase defensiva.
Cuántas veces durante un partido, bien sea amateur o profesional, hemos podido escuchar frases y expresiones del tipo: “fulanito no está metido en el partido”, “menganito ni está ni se le espera” o que si “hoy no está enchufado”. No son pocas las veces que las hemos podido oír o incluso decir nosotros mismos, y que rompe por completo con el concepto de equipo que tanto se trabaja por parte de los cuerpos técnicos de cualquier equipo de seniors y también en equipos de etapas formativas.
La participación activa de todos los jugadores corresponde al rol que cada uno de ellos posea dentro del ciclo del juego y de cómo participar en cada una de sus fases. De esta forma, de las intenciones tácticas que se desempeñen de manera individual el conjunto sacará beneficios en forma de ventajas sobre el rival. Hay distintas vías para aprovechar estas ventajas: puede ser con la ocupación de espacios libres, detectando situaciones favorables antes que el rival, y compensando desajustes que se estén produciendo y que el equipo rival pueda aprovechar para hacernos daño. En definitiva, para que todo lo anterior se pueda dar, aprovechar o corregir, todos los jugadores deben mantener relación con el juego. Todos deben estar conectados con lo que está sucediendo. De esta situación nace la importancia de los alejados.
Los jugadores alejados, para sentirse partícipes del juego, deben identificar y reconocer su papel con respecto a la zona activa. Francisco Seirul-lo (responsable de la metodología del F.C Barcelona) en sus espacios dinámicos dimensionados divide el campo en 3 espacios con respecto al balón. La primera zona la denomina zona de intervención. En esta zona reconocemos la figura del poseedor del balón y del primer defensor (jugador con la intención de robar o disuadir). La zona contigua la clasifica como zona de ayuda mutua y donde nos encontramos a los jugadores cercanos a la pelota que se convierten en fijadores, receptores inmediatos o segundos defensores. Y por último aparece la zona de cooperación, en la que se encuentran jugadores con intervención indirecta en el juego, tales como segundos y terceros defensores o como receptores mediatos. La participación de estos está relacionada con el medio y largo plazo.
Estos espacios que define Seirul-lo son dinámicos, y están en constante cambio según el poseedor y su ubicación, orientación e intención táctica. Es labor de los jugadores identificar estos aspectos para ir transformando su rol en cada momento.
Nos vamos a centrar en la importancia de los jugadores que no tienen intervención de forma directa en el juego, sino que su cometido es el de permitir y facilitar que sucedan cosas durante las fases y subfases del juego. Con su ubicación están influyendo para que en la zona activa se produzcan comportamientos que generen ventajas.
Con esto encadenamos la máxima con la que hemos empezado: Todos los jugadores no sólo juegan, sino que todos los jugadores participan.
Crecemos futbolísticamente con la idea de que si no tocamos el balón durante el juego hemos hecho un mal partido. La mayoría de los futbolistas piensan que influir en el juego solamente se realiza a través de la pelota y que si no están en la zona activa o muy cerca de ella no pueden estar en disposición de realizar función alguna.
Es un error pensar de esa manera, y una labor de los entrenadores convencer de que a veces es más importante facilitar situaciones para poder aprovechar ciertas ventajas, que el moverse con intención de acercarse a la zona de intervención y anular situaciones beneficiosas que se daban con la primera ubicación.
Todas las situaciones ventajosas tienen una vida útil. Debemos ser capaces de detectarlas para aprovecharnos de ellas, si no es posible que el equipo contrario pueda percatarse de la mismas y corregir la situación.
Un profesor que tuve en la escuela de entrenadores decía que si alguien no estaba en disposición de atacar debía estar preparado para defender. Añadiría que el balón solo lo tiene un equipo y que debe saber qué hacer con él para progresar y qué debe hacer en caso de perderlo. Este proceso debe ser conocido por los cercanos y alejados. De hecho, hay entrenadores cuyo método de trabajo parte de los comportamientos del bloque en las transiciones: defensa-ataque, ataque-defensa.
La importancia del jugador alejado es saber diferenciar cuándo debe priorizar su comportamiento como compensador, cuándo como receptor a largo plazo y cuándo como fijador de un jugador, jugadores o de un intervalo.
Si los jugadores son capaces de identificar cuál es el rol que tienen en cada momento, la intervención siempre va a ser la adecuada.
No siempre dicho rol es el mismo. Estos deben reconocer cuál es su papel y ver cómo se va desarrollando el juego para poder ser capaces de modificar sus funciones y asumir a su vez que puede haber roles simultáneos en un mismo momento y que, depende del ciclo del juego, tengan que adoptar uno u otro.
Todo esto debe llevarnos a un fin muy concreto: el jugador siempre está jugando. No siempre lo hace desde la posesión, sino que a veces lo hace desde la ayuda, desde la cooperación, desde la detección.
Debemos por lo tanto como entrenadores dotarles de las herramientas necesarias para que sean capaces de reconocerse dentro del juego, para que puedan detectar amenazas y oportunidades y que sean capaces de aprovecharlas o corregirlas. Hay situaciones que sólo los alejados pueden detectar.
Cuando los entrenadores montan una estructura, partimos de la base de que esta no es fija, es una formación variable y dinámica, preparada para intentar dar respuesta a todos los contextos que se producen durante un partido de fútbol. Dentro de este sistema aparecen ciertos roles que los jugadores deben conocer para, posteriormente, saber reconocerse en ellos.
En la zona de intervención, como hemos dicho, están el poseedor y el primer defensor. En la de ayuda mutua se encuentran fijadores y receptores a corto plazo en el plano ofensivo y segundos defensores que son los que realizan ayudas, coberturas o ajustes en el plano defensivo.
La primera figura dentro del plano de los alejados es la figura del receptor mediato o receptor a largo plazo. Entendemos el significado de este rol como aquel jugador que es susceptible de recibir el balón y convertirse en poseedor tras una secuencia de pases. El receptor mediato debe
prepararse en función del que será su pasador, del número de oponentes que tenga y del espacio que vaya a atacar. Lo importante de este proceso es reconocer quién será el jugador que le vaya a dar el pase, intentar prever cómo va a ir la circulación para adaptar su orientación, su trayectoria, su momento de recibir y el espacio donde lo va a conseguir. Puede que la ventaja se origine al recibir el pase al pie o al espacio, buscando eliminar adversarios de la ecuación.
Es de vital importancia que el receptor a largo plazo sea capaz de detectar indicios que se dan en la propia circulación de balón que le hagan interpretar quiénes serán los protagonistas y los posibles interventores de ese ciclo del juego para conocer de qué jugador podría recibir el pase. Asimismo, es necesario convencer al jugador alejado de que sea paciente porque es a través de su ubicación desde donde el equipo puede construir distintas ventajas. Adelantar o retardar su intervención puede destruir la posible ventaja para convertirla en una amenaza, por eso es necesario saber esperar el momento (timing).
Como estamos hablando de los jugadores alejados de la zona activa del balón, entendemos que el proceso hasta poder convertirse en poseedor es largo. Es durante esta fase en la que el jugador o jugadores más separados del poseedor se convierten en compensadores de la estructura. Con esto lo que queremos decir es que no solo debemos tener la capacidad de intuir a cuántos pases puede estar de recibir el balón, sino que también debe prepararse para poder equilibrar el equipo ante una posible pérdida en esta fase. Esta situación le sitúa como el jugador que dota de equilibrio al sistema. En la ambivalencia de poder convertirse en amenaza para el rival, en fase ofensiva, o en transformarse en detector de desajustes para poder ayudar, en fase defensiva, radica nuestro éxito como jugadores alejados de la zona de intervención.
Debemos trabajar con qué trayectoria retornar a la estructura defensiva después de una pérdida: diagonal, perpendicular, vuelta al mismo eje, cambio de eje, ocupar intermedias…
El jugador compensador, como hemos dicho anteriormente, debe ser capaz de reconocer desajustes que se vayan dando dentro del ciclo del juego y que puedan suponer una amenaza para la estructura. Si por ejemplo, en un sistema 1-4-2-3-1 el pivote más alejado identifica que un lateral está en segunda o tercera altura y hay una descompensación cuantitativa, deberá corregir su posición y fusionarse con línea defensiva, o estar preparado para saltar a zonas intermedias para convertirse en primer acosador y retardar la transición ofensiva del equipo contrario, con el objetivo de que puedan retornar los descolgados y superados de nuestro equipo. Con todo esto los alejados tienen la capacidad de corregir situaciones desfavorables.
Los alejados pueden ser también fijadores. Definimos fijador como ese jugador que trata de captar la atención de un rival con la intención de anular o retardar su intervención. Se puede fijar con o sin balón; en este caso, al estar en la zona alejada, solo podemos ser fijadores sin balón y permitir que otros jugadores se beneficien de su posición, generando nuevos contextos a partir de la eliminación de rivales.
Podemos ser fijadores desde la amplitud, lo que permite que aparezcan espacios por dentro, o podemos fijar en altura, lo que generará que se abran espacios en zonas intermedias, susceptibles de ser conquistadas por compañeros o, incluso, por uno mismo, encadenando una situación ventajosa desde la fijación.
Gracias a ser fijadores, los jugadores alejados siguen facilitando y permitiendo situaciones favorables en las zonas de intervención y ayuda mutua. Continuamos generando ventajas desde las zonas alejadas.
El balón tiene un poder hipnótico. Los entrenadores deben convencer a sus jugadores de que no todo sucede en las zonas más cercanas al balón, sino que deben ser capaces de ver más allá de
ser poseedor. Tenemos que hacerles creer en la importancia de estar siempre jugando, siempre intuyendo, porque solo así los jugadores creerán en su valor, estén donde estén ubicados.
Por David López, @euskadifutbolsessions